El metro atrapado en los tiempos del cólera (mi cólera)

Mapa de las líneas
- Interior del metro linea 1
Cuando uno piensa en México… ¿qué cae en la cabeza? Patria, buena comida, familia, amigos, parrandas, cheve (o chela, según sea el caso).
Pero en lo negativo también recuerda a su país como una nación en apenas vías de desarrollo, atrasada en muchos aspectos como sus carreteras, infraestructura, sistemas, etcétera.
Sin embargo viajar más de 20 mil kilómetros para cambiar tal realidad es una lucha inocua.
En el Distrito Federal uno puede pensar que existe el metro más saturado del mundo, sucio, oloroso a naturaleza humana sin refinar, atrasado y viejo.
Pero no. A miles de kilómetros de distancia ocurre algo peor: el subte de Buenos Aires.
Viajar aunque sea en las líneas más modernas es un viaje al pasado. Me recuerda inevitablemente a la escena de la película Frida cuando ésta viaja en el tranvía y entonces deviene su accidente.
Sí, es el subte (metro) de Buenos Aires, un aparato con interiores en madera que parece de la época del porfiriato. Con sillas como las de la plaza Zaragoza y ventanas sin vidrios, aptas para cualquier aficionado al suicidio.
Del techo cuelgan anillos como el de los gimnastas olímpicos para sostenerse, en lugar de barras ¿a quién se le ocurrió? Si incluso, los anillos en este deporte significan el esfuerzo para mantener el equilibrio, es decir, ese sistema de cables no fijos reta al cuerpo a mantener una armonía y no caer. Por supuesto que los pasajeros no tienen otra opción que colgarse de ellos y tratar de mantener el equilibrio ‘meneándose’ de un lado a otro en los arranques y altos (escena que para mí es divertida por la espectacularidad de los cuerpos en la inercia).
¿Qué pasa con el sistema de transporte subterráneo en Capital Federal bonarense? Que alguien me diga por favor.
Porque aparte de la retrasada decoración interior –la cual se soporta por que se asemeja a entrar a una divertida máquina del tiempo- la velocidad es para mí, ridícula. Estoy segura que corriendo enseguida del subte puedo llegar más rápido. Incluso cuando trabajé en Mundo Divertido y mi consigna era manejar el tren, lograba velocidades más agresivas.
Este transporte no hace otra cosa que recordarme también al trenecito del Parque Infantil de Hermosillo en su antigua versión, porque no lo conozco renovado.
Hasta los túneles del dichoso parque donde se hace todo oscuro y uno levantaba las manos para gritar con emoción, se asemejan. Hay ciertos trayectos en el subte en que inexplicablemente los vagones quedan a oscuras por segundos, cosa que no pasa en el metro de la Ciudad de México ni en otros que he podido conocer como el de Chile, Boston o Nueva York.
En la estación Congreso de la línea A, que sale desde Plaza de Mayo hacia Primera Junta, el nombre está marcado con unas hojas de papel bond impresas en computadora y pegadas en la pared del andén. Las puertas las tiene que abrir uno mismo, y si tiene suerte el tren no arrancará antes de que termine de cerrarlas ya sea para entrar o salir. (Lo bueno que la velocidad es tan infantil que no creo exista gran peligro) (¡Ah! Y lo bueno también, es que el conductor avisa con un silbato –sí leyó bien, un silbato como de árbitro- cuando va a arrancar).
Pero bueno así es el subte de Buenos Aires. Además inservible para mí por las pocas líneas con las que cuenta y el ilógico acomodo de ellas para combinar (se podrá observar en la figura).
Por algo el pasaje cuesta 75 centavos. Por algo no está tan saturado de especie humana como el del “defe”. Por algo casi nadie lo utiliza y por algo actualmente su organización sindical enfrenta un problema con los patrones en busca de un mejor sueldo que seguramente no obtendrán porque esto parece ser un eterno círculo vicioso.
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